UN PROPÓSITO PARA EL 2014 QUE TODO
CREYENTE DEBE PERSEGUIR
Por Pastor Sugel Michelén
Si
te preguntara al inicio de este nuevo año cuál es la gran meta de tu vida,
aquella meta esencial que comprende todas las demás, y que te empeñarás en
cumplir con toda dedicación y energía, no solo durante el 2014, sino por el
resto de tus días ¿cuál sería tu respuesta?
Pienso
que todo creyente debe alinear sus anhelos con el que Pablo expresa en Filipenses 3:7-14: “Pero cuantas cosas
eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y
ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y
lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi
propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la
justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su
resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante
a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los
muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo,
por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está
delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús”.
Cuando
Pablo conoció a Jesús de inmediato consideró todo aquello en lo que antes se
gloriaba como basura en comparación con “la excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús”, o como lo traduce la Biblia de las Américas, “el incomparable
valor de conocer a Cristo Jesús”. Sin embargo, su meta en la vida era seguir
cultivando esa relación personal con Cristo en una forma cada vez más intensa y
parecerse cada vez más a Él.
Y hay dos cosas que menciona Pablo en
este pasaje en relación con ese conocimiento transformador de Cristo. Lo primero es que él está consciente de
que es imposible crecer en la semejanza del Señor sin el poder del Cristo
resucitado. “Yo quiero conocer a Cristo y ser semejante a Él, por eso quiero
experimentar en mi vida el poder de Su resurrección” (vers. 10). Así como no
tenemos poder alguno en nosotros mismos para ser salvos, así tampoco tenemos
poder alguno en nosotros mismos para ser santos. La buena noticia, es que el
poder del Cristo resucitado está disponible para todo aquel que cree (comp.
Rom. 6:1-6).
Lo
segundo que Pablo menciona en el
texto es que esa semejanza a Cristo implica sufrimiento: “y la participación de
sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en Su muerte”. Pablo tenía una
perspectiva realista de lo que implica ser como Cristo. En la misma medida en
que nos parezcamos a Cristo, en esa misma medida experimentaremos más
sufrimientos (comp. Jn. 15:18-20).
Ese anhelo de Pablo de conocer a
Cristo y ser cada vez más semejante a Él dominaba Su vida. Noten los
vers. 12-14: “prosigo” dice en el vers. 12; “una cosa hago, me extiendo hacia
lo que está delante” –dice en el vers. 13; y una vez más en el vers. 14–:
“prosigo a la meta”. Y ¿qué hace Pablo para avanzar hacia esa meta?
-En primer lugar, examinarse
honestamente a sí mismo: “No que lo haya alcanzado, ni que ya sea perfecto…”.
El mero hecho de tenerlo como una meta es una muestra de que él sabía que no
había llegado. Pablo se conocía muy bien y sabía que en muchas cosas debía
seguir creciendo a la semejanza del Señor Jesucristo porque para eso fue
salvado: “Yo quiero asir aquello para lo cual yo fui asido por Cristo”; en
otras palabras, “quiero alcanzar aquello para lo cual yo fui alcanzado por El”
(Rom. 8:28-29; Ef. 1:3-4).
-En segundo lugar, Pablo se
concentró en la obtención de su meta: “Una cosa hago…”. Es como un hombre
corriendo una carrera; él no se distrae contemplando el paisaje o las personas
del público; ni siquiera debe enfocarse en los que están corriendo a su lado.
-En tercer lugar, y
finalmente, Pablo nos dice que él tenía su mirada puesta en la meta que se
había propuesto alcanzar (vers. 14). Es posible que Pablo tuviera en mente las
carreras olímpicas en Atenas, donde el vencedor recibía una corona de laurel,
la suma de 500 dracmas, su manutención de por vida y un asiento de primera fila
en el teatro. Pero cuando Pablo corría, sus ojos estaban puestos en el sublime
propósito del llamamiento de Dios.
Y
ahora yo te pregunto, ¿puedes tú decir igual que el apóstol Pablo que conocer a
Cristo y ser como Él es la gran meta de tu vida? ¿Puedes decir igual que él que
estás empeñado en alcanzar esa meta, de tal manera que todo lo que haces y todas
las decisiones que tomas están supeditadas a ella? ¿Qué tan consciente estás de
la presencia de Cristo en tu vida y cuán intencionalmente estás procurando
agradarle a Él en todo lo que haces? ¿Estás creciendo en tu intimidad con
Cristo?
Examina
tus deseos por medio de las cosas que pides a Dios en oración, o a través de
aquellas cosas en las que sueñas cuando sueñas despierto. ¿Puedes decir que tu más profundo anhelo es parecerte cada vez más a
Cristo, en dependencia de Su Santo Espíritu? Recuerda que nosotros tenemos
a nuestra disposición el poder de Su resurrección; no hay razón alguna para que
te quedes en el estado en que estás. Pídele al Señor que te ayude a
concentrarte en esta meta, y pídele también la gracia que necesitas para seguir
avanzando hacia ella cada día.