¡AGRADECIDA EN MEDIO DEL DOLOR!
Por Elba
Ordeix de Reyes
Por años
el dolor ha sido mi fiel compañero de viaje. He aprendido a hacer las paces con
él, sin sobresaltos, unas veces medicándolo y otras manejándolo, pero
entendiendo que Dios tiene control de mi aguijón y que lo permite para mi bien.
En días
pasados, ante la posibilidad de una evaluación de alergias alimenticias, algo
que nunca había explorado, fui a visitar a mi antiguo doctor, que es cristiano.
Como parte del chequeo habitual, me
subió en la camilla y comenzó a hacer presiones en mis articulaciones de forma
tal que creí que iba a salir disparada.
Todo me
dolía, como si sus manos fueran un martillo y un cincel. Por años había evitado
y pedido a mis médicos que no me dijeran si padecía Fibromialgia, pero este no
lo pensó dos veces y en solo un momento dictó su diagnóstico en mi cara, diciéndome que sin duda alguna
era uno de mis fuertes padecimientos. Varias horas después, mi cuerpo todavía
sentía que había salido de un ring de peleas, ¡solo por esos apretones!
Llegué a
casa y pensaba en todos los años que había evitado oír esto como quien rehúsa
escuchar una sentencia. La gran mayoría de las mujeres que conozco que la
padecen, han cambiado radicalmente su vida, apocándose y relegándose a hacer
casi nada, escudadas detrás del dolor.
Pero quiero, y oro por ser útil al Señor
y Su Reino cada día en esta tierra, aunque todos mis huesos duelan y
crujan.
Muchos
pensamientos inundaron mi cabeza. Como el salmista, traje a mi memoria las
obras del Señor para conmigo (Sal. 77:11). Recordé que por veinte años, con o
sin diagnostico, he padecido de migrañas
y dolores en el cuerpo, y en mi debilidad Dios se ha mostrado fuerte (2 Cor.
12:9). Dios trajo a mi memoria que este dolor me ha permitido conocerle de una
forma cercana, íntima y palpable. Que en esos tiempos Él ha sido mi Consolador
y mi refugio porque han sido días de mucha debilidad física y dependencia total
de El (Sal.18:1). Muchas veces las
personas a tu alrededor no entienden el
dolor pero Cristo sí entiende y se compadece (He. 4:15). He podido sentir Su
cuidado en mi cama.
He dado
gracias por esta aflicción tantas veces, pues aunque no quisiera padecerla, sé
que Dios la ha permitido para mi bien, consciente de que ella es un instrumento
de su gracia, mientras EL forma a Cristo en mi. (Rom. 5:3)
Recordé
las palabras de una hermana mayor muy amada al saber que debido a la migraña y
malestar que sentía, me había marchado antes de tiempo de un retiro que celebramos, cuando me dijo uno de
los halagos mas hermosos: ‘Quien lo diría! Aunque tengas dolor siempre estás
sonriendo! Quienes la padecen, muchas veces viven amargadas” ¡Gloria a Dios!
¡Sólo Su
gracia infinita no lo ha permitido así! Le doy gracias por lo bueno que ha sido conmigo! ¡cómo me ha sostenido
en mi debilidad y SIEMPRE provee médicos y medicinas para mi! Su cuidado me
asombra! Me ha sido de mucho aliento algo que compartió Kim Wagner en un
programa de Aviva Nuestros Corazones, y
es que solo de este lado del cielo puedo alabar a Dios en
el dolor y en la prueba, porque al llegar a casa, al cielo, solo le alabaré en
medio del gozo!
¡Hoy
levanto esta canción y elevo un altar de acciones de gracias como un memorial
por Su fidelidad para conmigo! (Josué 4:19-24)
¿Tienes
un altar que levantar en medio del dolor hoy? Comparte con nosotras.


