“Porque el Hijo del
Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Marcos 10:45
He aquí un aspecto de la historia de la Navidad que casi
nunca se cuenta: aquellas suaves manitas, formadas por el Espíritu Santo en el
vientre de María, fueron hechas para que los clavos las atravesaran. Aquellos
pies pequeños color de rosa que no podían andar un día caminarían hasta una
colina polvorienta para ser clavados a una cruz. Aquella linda cabecita con
ojos chispeantes y una boca impaciente estaba formada para que algún día los
hombres pusieran sobre ella una corona de espinas. Aquel tierno niñito, amoroso y apacible, envuelto en pañales, un día
sería desgarrado violentamente por una lanza.
Jesucristo nació para morir.
No piense que estoy tratando de apagar su entusiasmo
navideño. Lejos de eso, ya que la muerte de Jesús, aunque planificada y llevada
a cabo por hombres con malvadas intenciones, no fue de ningún modo una
tragedia. En realidad, representa la mayor victoria sobre el mal que alguien
haya logrado.
JOHN MACARTHUR
- (Devocional "LA
VERDAD PARA HOY)