MI DIOS ES PLENITUD
Por Faustino de Jesús Zamora V.
“Ustedes han sido hechos completos (han alcanzado
plenitud) en El, que es la cabeza sobre todo poder y autoridad.” Colosenses 2:10
“Me darás a conocer la senda de la vida; En Tu presencia
hay plenitud de gozo; En Tu diestra hay deleites para siempre.” Salmos 16:11
La historia de la
redención no cesa de tropezar con la impertinencia de la idolatría del hombre.
Dios no pasa por alto esos detalles, pero Él es bueno y grande en misericordia.
Nada ni nadie podrá detener los propósitos del plan redentor de Dios. Sin embargo,
el hombre sigue intentando buscar a Dios en las cosas creadas y no en su
esencia. El mundo de hoy, regido por toda suerte de ególatras (estas son las
personas llenas de vanidad personal y de afanes fantasiosos de grandeza) que se
alimentan de la pacotilla irracional de los símbolos y la cursilería, es un
antro de religiosidad superficial.
A la iglesia del Dios
viviente, fundada sobre los cimientos de la fe en Jesús, cabeza de ella y único
Señor y redentor, le compete hoy pregonar más que nunca el concepto de la
plenitud de y en Cristo, el completamiento que tenemos en nuestro Salvador. ¡Cristo es suficiente! “…nuestra
suficiencia es de Dios” (2 Co 3.5).
En la iglesia de
Colosas del primer siglo se habían colado las falsas doctrinas de nuevas
religiones. Ya no estaban seguros de creer sólo en Cristo como salvador. Se
discutía sobre los ángeles y su participación en los destinos del hombre, se
habían introducido también preceptos del Antiguo Testamento y se mezclaban
incoherentemente con el cristianismo naciente. La filosofía de los hombres, que
sólo ofrecen respuestas parciales a las inquietudes humanas, buscaba un espacio
para incluirse en el recetario religioso de los perturbados colosenses. Pablo
en su carta les presenta al Cristo pleno, el regalo incomparable, Señor de todo
lo visible e invisible: Toda la plenitud de la divinidad habita en forma
corporal en Cristo; y en él, que es la cabeza de todo poder y autoridad,
ustedes han recibido esa plenitud. (Col 2.9-10).
Debemos de creerlo, nada nos completa más como seres
humanos que el amor de Cristo y el Espíritu de vida en Él. Vida en Cristo
significa redención, salvación, liberación. Ya nos libramos de las ligaduras
que nos ataban para siempre a la condena del pecado. Sólo la sangre de Cristo
bastó y continúa siendo suficiente, sólo la vida en el Espíritu lleva a la
rectitud del hombre. ¿Por qué? Porque Él encarna la plenitud y “…de su plenitud
todos hemos recibido gracia sobre gracia” (Juan 1.16).
No hay nada más
triste que ver a hermanos de la fe buscando añadirle al cristianismo
ingredientes nuevos que lo almibare o que justifique su manera de entender el
evangelio. A estos hermanos debemos amar, sobre todas las cosas y orar para que
Dios les revele en su Palabra esta verdad fundamental. Confieso, en el amor de
Cristo, que yo anduve por esos caminos ensopados de religiosidad, pero un buen
día, Cristo entró en mi templo, derribó mi mesa de cambista y me invitó a comer
en la suya.
La plenitud es lo que
no admite “extras”, es lo máximo. Ser
llenos del Espíritu Santo es dejarnos guiar en Él y satisfacernos de su
plenitud ¿Necesitamos algo más que el Espíritu Santo para caminar con
Cristo? Ustedes y yo sabemos que Él es el camino, la verdad y la vida, que su
plenitud infunde poder, que su evangelio no es una religión vacía, sino una
relación iniciada por Él basada en nuestra fe. Pienso en el apóstol Pablo en el
areópago de Atenas hablándole a los atenienses con un espíritu enardecido por
la idolatría (Hechos 17:16-34), pienso en los miles de misioneros y obreros que
se levantan en el mundo a favor de la extensión del Reino, pienso en los más de
12 millones de niños menores de 5 años que mueren anualmente en el mundo por la
falta de pan y que no tendrán la oportunidad de conocer a Jesús debido a la
desigualdad originada también en la idolatría moderna: el dinero, la riqueza y
otros dioses. Alabo al Señor eterno, misericordioso, surtidor de la gracia, el
que nos completa en Cristo para su gloria, el que lo llena todo en todo. ¡Dios
te bendiga! Lectura sugerida: Salmo 115.