CÓMO LLEGÓ LA BIBLIA A AMÉRICA LATINA
Por Sidney Rooy
La presencia de la
Biblia en nuestro continente empezó a sentirse muy poco después de las luchas
de independencia de España en el siglo XIX. La prohibición de que la gente
común leyese la Biblia, vigente durante el período colonial, no regía en las
nuevas republicas.
Esto ofreció la
oportunidad de que las Sociedades Bíblicas lograran una distribución exitosa.
Apertura (1804-1830) Los primeros seiscientos ejemplares de
la Biblia en español, enviados por la Sociedad Británica y Extranjera (SBBE),
llegaron a Buenos Aires y Montevideo en 1806. Entre 1804 y 1807, la Sociedad
imprimió veinte mil ejemplares del Nuevo Testamento en portugués, que marinos y
comerciantes distribuyeron en las costas de Brasil. Los cuáqueros llevaron
ejemplares de la Biblia a Antigua y otras islas desde 1808, para los soldados,
los marineros y los enfermos.
Entre 1808 y 1816 se
repartieron en las Indias Occidentales, Honduras y las Guayanas cuatro mil
ejemplares de la Biblia y once mil quinientos del Nuevo Testamento en español,
francés, inglés y holandés. Comerciantes, viajeros y piadosos capitanes de
barcos también diseminaron ejemplares del texto sagrado por las costas de
América Latina.
Parece que las
primeras Sociedades auxiliares para la distribución de la Biblia en América
Latina fueron las organizadas entre los negros en Barbados y Bermuda, en 1818.
Durante los siguientes seis años, se extendieron a Jamaica, Montserrat y
Honduras.
Especialmente por
medio de misioneros y escuelas misioneras llegaron a Bérbice, Demerara,
Trinidad, St. Kitts, Antigua y Suriname. Se dice que en las tardes, después del
trajín del día, los niños iban a las casas para leer el texto sagrado a las
familias que no podían leer. A veces, recibían una moneda por sus esfuerzos.
William Canton, el historiador clásico de los primeros cien años de la SBBE,
comenta que la lectura de la Biblia quebró "el poder malo de Obeah, la
maldición de la imaginación africana". (1)
Cuatro años antes de
la liberación de los esclavos en el Caribe, la Sociedad publicó una edición
bilingüe (africano-ingles) del Nuevo Testamento, que fue consignada a los
misioneros moravos en Suriname. Se realizaron subsecuentes ediciones hasta
1889.
Sin lugar a dudas, el
misionero mas dedicado a la obra de la distribución de la Escritura en este
periodo fue James (Diego) Thomson. Viajó por iniciativa propia a América Latina
para promover el método lancasteriano de educación, usando la Biblia como texto
principal. Desde 1818, estableció escuelas y distribuyó la Palabra de Dios en
la Argentina, Uruguay, Chile y Perú, antes de servir como agente de la SBBE en
Ecuador, México, el Caribe y la América Británica (Canadá).
Por pedido suyo
recibió de la Sociedad Bíblica Americana (SBA) quinientos dólares para traducir
la Biblia al quechua. Distribuyó ejemplares de la Biblia durante sus últimos
años en Francia, Portugal y España (1854). La SBBE aceptó con entusiasmo la
colaboración de la SBA en América Latina. Aunque los envíos fueron ocasionales
y por pedidos particulares, muchos llegaron en fecha temprana. En el año 1826,
por ejemplo, se enviaron Biblias.
La SBA mandó
representantes para estudiar el área a fin de ver cómo sería posible mejorar el
sistema de distribución. En este periodo buena parte de la oposición católica
se redujo gracias al uso de la versión católica del Padre Scío.
Ya en 1822 la SBA
había conseguido de la SBBE los clisés de esta versión, con los que imprimió
veinte mil ejemplares de la Biblia antes de decidir no usarlos más. Debido a
que hay copias de esta versión que no tienen los libros apócrifos, parece que,
después de eliminarlos en 1828, la SBA siguió empleando los clisés hasta 1841
cuando la junta directiva decidió no usar más esa versión.
Es significativo que
durante esta etapa inicial los registros de la SBBE muestran que la obra de la
distribución bíblica empezó en quince países de América Latina y del Caribe,
mientras que la SBA enviaba ejemplares de las Escrituras a diez países de la
misma región. Fue una época propicia para esta misión. Por supuesto, esto
produjo una fuerte reacción en la jerarquía romana y en la censura.
La filosofía política
liberal creó una actitud receptiva de parte de los nuevos gobernantes, así como
el uso de la versión católica de la Biblia fomentó la receptividad de parte de
la élite de los pueblos. Los evangélicos esperaban una pronta reforma de la
sociedad y de la gente por la lectura de las Escrituras. Pero el optimismo resultó
prematuro.
Oposición (1830-1860)
La reacción
conservadora de muchos de los criollos y de las autoridades eclesiásticas
empezó a cobrar fuerza en gran parte de la América Latina. El papa en Roma
reconoció que la época de la dominación española había llegado a su fin y
comenzó a preocuparse por el nombramiento de los obispos.
Ya había pasado la
época en que un Diego Thomson pudo ser ciudadano honorario, como ocurrió en la
Argentina y en Chile. En 1827, Thomson viajó a México, donde al principio tuvo
cierto éxito en su tarea, pero hacia 1830, debido a una fuerte hostilidad clerical
seguida de revoluciones políticas, dejó los ejemplares de la Biblia que le
quedaban en manos de un amigo y se fue.
Cuando volvió en
1842, encontró la misma hostilidad. Un
lugar donde se recibió bien a los distribuidores de las Escrituras fue el
Caribe. Allí, muchas de las islas habían caído bajo la dominación
protestante. No sorprende, entonces, que Thomson, al salir de México, trabajara
siete años en esta región. Fundó muchas asociaciones negras para la
distribución de la Biblia, incluso en Venezuela. Con el presidente de Haití
facilitó la distribución entre las tropas negras y en las escuelas. Su
presencia en la celebración de la emancipación de los negros, el 1 de agosto de
1834 en Jamaica, fue muy apropiada, porque entre los fundadores de la SBBE hubo
grandes luchadores contra la esclavitud, tales como William Wilberforce y
Granville Sharp.
La SBBE creó un fondo
especial para proveer de un ejemplar de la Biblia a cada esclavo emancipado
"para ayudar a consolarlo por los agravios que había sufrido". (2)
En la Navidad de
aquel año se enviaron más de cien mil ejemplares del Nuevo Testamento y los
Salmos con este propósito. Entre 1830 y 1837 se repartió un total de sesenta
mil ejemplares de la Biblia y del Nuevo Testamento.
A pesar de la
creciente oposición católica, en ciertas islas durante la década del cuarenta,
nuevos agentes como Joseph Wheeler (1835) y McMurray (1842) establecieron tres
depósitos: Jamaica, Barbados y Antigua. Además del envió especial para los
negros emancipados, entre 1834 y 1854 se remitieron a las Indias Occidentales
180.000 ejemplares del texto sagrado, mayormente de la Biblia. Durante el mismo
periodo, con la ayuda de voluntarios, se llevaron a América del Sur y América
Central casi 21.000 ejemplares de las Escrituras en castellano, portugués,
alemán, italiano y francés.
El envío de un agente
que la SBA mandó a Haití en 1850 trajo como consecuencia una mejoría temporal,
pero luego acarreó un aumento de la hostilidad, lo que obligó a que el agente
saliera del país. Las tentativas de la SBA en México no fueron más exitosas.
Debido a la guerra, entre 1846 y 1848 hubo una gran demanda de la Biblia para
los soldados y los territorios anexados por los Estados Unidos.
Se enviaron muchos
ejemplares en castellano con los soldados. En 1847, un agente de habla hispana,
W. H. Norris, ex-misionero en Buenos Aires, llevó miles de ejemplares de la
Biblia y el Nuevo Testamento para distribuir. Mientras estaban las tropas
estadounidenses no hubo grandes problemas. Sin embargo, cuando desocuparon el
país, se descubrió que los compatriotas de los conquistadores no eran
bienvenidos, ni siquiera con la Biblia en las manos. La hostilidad hacia los
representantes de las denominaciones e instituciones protestantes hizo
imposible la continuación significativa de la obra.
Otro episodio que nos
ayuda a comprender el espíritu de esta época tuvo lugar en julio de 1856,
cuando la SBA envió como su representante a América Central a D. R. Wheeler,
con sede en Nicaragua, justamente en tiempos del filibustero William Walker.
Después de unos tres
meses, cuando Wheeler había viajado a Granada, llegaron las tropas para
combatir a Walker. Estas exigieron que todo hombre sano se les uniera en el
combate. Como Wheeler y otros dos estadounidenses se negaron, apelando a su
neutralidad en el conflicto, fueron ejecutados. El espíritu contra los
estadounidenses no permitió la continuación de la obra.
En Brasil, el
ambiente era diferente. El emperador Pedro II (1840-1889) favoreció la
distribución de las Escrituras. Dijo: "Amo la Biblia. La leo todos los
días y cuanto más la leo, mas la amo". (3)
Daniel F. Kidder
llego a Río de Janeiro en 1836 como representante de la SBA, junto con R. T.
Spaulding hicieron una eficaz y vigorosa difusión de la Biblia.
Les siguieron muchos
otros agentes que trabajaron con denuedo, como puntas de lanza que abrieron el
camino para la llegada de las denominaciones misioneras.
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Sidney Rooy, es
estadounidense, pastor de las Iglesias Reformadas. Tiene un doctorado en
historia eclesiástica y sirvió por largos años en la Argentina como profesor de
la misma materia en el Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos
(ISEDET). Actualmente se desempeña como profesor de historia eclesiástica y de
misionología en el Instituto Misionológico de las Américas (IMDELA) y en el
Seminario Bíblico Latinoamericano, y es miembro del Comité Ejecutivo de la
Asociacion Internacional para la Promoción de la Educación Cristiana Superior
(AIPECS) y coordinador del núcleo de la FTL en Costa Rica.
1 Canton, William, The Story of the Bible Society, Londres, 1:201.
2 Ibíd., p. 207.
3 Turner, Carlos. La
Biblia construye en América Latina, La Aurora, Buenos Aires, 1954, p. 16.
Tomado de la Revista
La Biblia en las Américas Nº 6 de 1998 / Vol 53 #238 - Paginas 6,7,8


