“No puede el buen árbol
dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.” Mateo 7:18
Un árbol frutal puede ser hermoso y decorativo, y dar una
sombra refrescante en el verano. Pero su principal propósito es dar frutos, y
por tanto se le juzga por lo que produce y no por lo que aparenta. De igual
manera, a cualquiera que diga que habla en nombre de Dios se le ha de juzgar
por su vida, no simplemente por su apariencia ni por sus palabras.
A veces los falsos profetas pueden engañar incluso a los
cristianos genuinos. Si se vuelve descuidado respecto a la Palabra de Dios,
perezoso en cuanto a la oración e indiferente acerca del reino de Dios, es
fácil que lo engañe un maestro talentoso, ameno y con facilidad de palabra que
aparenta ser ortodoxo.
Por lo tanto, es
importante que siga vigilante y preparado. Los
malos frutos de un árbol malo son sencillamente inaceptables, sin que importe
cuán bueno puedan ambos parecer. Se les debe examinar con cuidado (vea He.
5:14).
Pero para el creyente de experiencia hay una verdadera
garantía en las palabras de Jesús: “por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:20).
No hay por qué ser engañado si se observa cuidadosamente.
JOHN MACARTHUR
- (Devocional Diario "LA
VERDAD PARA HOY")