"Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste porque
era muy rico" Lucas 18:23
El joven rico
dignatario se alejó de Jesús mudo de tristeza. No tuvo nada qué responder
frente a sus palabras. No tuvo ninguna duda acerca de lo que Él le dijo, ni
sobre su significado y esto le causó un dolor que no podía expresar con
palabras. ¿Alguna vez te has encontrado en esta situación? ¿La Palabra de Dios
ha venido señalándote un área de tu vida en la que eres muy rico: Quizá ciertas
cualidades personales, deseos e intereses, o posiblemente las relaciones
emocionales e intelectuales? Si es tu caso, entonces con frecuencia habrás
enmudecido de dolor. El Señor no te perseguirá ni te suplicará, pero cada vez
que se encuentre contigo en el punto señalado, sencillamente te repetirá: “Si
realmente hablas en serio, esas son las condiciones”.
"Vende todo lo
que tienes". En otras palabras, despójate delante de Dios de todo lo que
pueda considerarse una posesión hasta que sólo quede un ser humano consciente y
luego entrégaselo a Él. Es ahí donde
ocurre la verdadera batalla: En el reino de tu voluntad delante de Dios.
¿Estás más apegado a
la idea de lo que Jesús desea, que a Él mismo? Si es así, pronto oirás una de
sus duras, inflexibles y dolorosas declaraciones. Lo que Jesús dice es difícil
y sólo es fácil cuando lo escuchan quienes tienen su misma naturaleza. Cuídate
de permitir que algo suavice las duras palabras de Jesucristo.
Yo podría ser tan
rico en mi pobreza personal, tan rico en mi conciencia de que no soy nadie, que
nunca seguiría a Jesús. O puedo ser tan rico en el conocimiento de que soy
alguien, que nunca seré su discípulo. ¿Estoy dispuesto a carecer el sentimiento
de mi indigencia? Si no lo estoy, esa es la razón por la cual me desanimo. El
desánimo es el amor propio desilusionado y el amor propio puede ser amor por mi
devoción a Jesús y no a Él mismo.
OSWALD CHAMBERS - (Devocional Diario “EN POS DE LO
SUPREMO”)