“No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios
para salvación de todo aquel que cree, del judío primeramente y también del
griego, pues en el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe,
como está escrito: ‘Mas el justo por la fe vivirá’” Romanos 1:16-17 (Romanos 1: 8-17)
Esta cita de Habacuc
que Pablo utiliza es el gran hecho que está exponiendo en el evangelio. No está
avergonzado de él, y esta es una forma de decir que está orgulloso de él.
Pablo especialmente no
está avergonzado del evangelio en Roma, porque los romanos apreciaban el poder,
tal y como lo hacen los americanos. Los romanos tenían gran orgullo en su
poder. Tenían poder militar que podía conquistar todas las naciones que se enfrentaban
a ellos; tenían un tremendo programa de construcción de carreteras; tenían
algunos de los mejores legisladores de la historia; tenían el poder para
escribir literatura y crear arte. Pero Pablo sabía que los romanos también
estaban impotentes cuando se trataba de cambiar corazones. Eran impotentes para
eliminar la esclavitud. Eran impotentes
para cambiar los corazones tozudos, hostiles, llenos de odio de los hombres, y
eliminar la violencia. Pablo dice que es por esto que está tan orgulloso
del evangelio, porque es el poder de Dios para hacer estas mismas cosas que los
hombres no pueden hacer. Nunca tenemos que disculparnos por el evangelio. Está
absolutamente sin rival.
Pablo no está
avergonzado del evangelio, porque revela una rectitud de Dios. Justicia es una
antigua palabra que no entendemos muy bien. Me gustaría sustituirla por la
palabra valía, una valía frente a Dios. Se te da un sentido de aceptación
frente a Dios. No puedes ganártelo, ciertamente no te lo mereces, pero es dado.
Dios realmente te acepta a causa del evangelio, a causa de las buenas nuevas de
la obra de Jesucristo de parte tuya. Por lo tanto, es algo que tú, o yo, o
cualquier persona puede tener, y es completo, perfecto.
La última cosa que
Pablo dice es que esta justicia es recibida por fe. No es algo que podamos ni
siquiera ganarnos; es algo que podemos tomar cada vez que lo necesitemos, y
esas son buenas nuevas. Nuestra valía
frente a Dios no es simplemente algo que recibamos una sola vez, por fe, al
principio de nuestras vidas cristianas. Es algo de lo que nos recordamos a
nosotros mismos cada vez que nos sentimos deprimidos, desesperados,
desalentados, derrotados, etc. Dios nos ha querido, nos ha restaurado, y
estamos considerados perfectos frente a Él. Él ya nos acepta y nos quiere tanto
como puede; no puede añadir nada más a ello. Esa es la justicia revelada en el
evangelio, por fe, a todos los que creen, sin importar su trasfondo o
educación.
ORACIÓN. Padre, te pido que
pueda entender cómo de imposible, cómo de oscura y amarga sería mi condición si
no fuera por el evangelio de Tu gracia. Ayúdame a saber que nada me podría
haber salvado de las malvadas maquinaciones del enemigo si no hubiera sido por
la intervención del evangelio de la gracia.
APLICACIÓN PARA LA VIDA. Cuando consideramos la magnitud del
don inmerecido, la justicia inmerecida, ¿estamos respondiendo con gratitud y
alabanza? ¿Cómo afecta esto a las costumbres de nuestro corazón y a nuestras
acciones?
RAY STEADMAN - (Dev. "EL PODER DE SU PRESENCIA")