“Separados de mí, nada podéis hacer.” Juan 15:5
Creemos que si
tenemos la suficiente fuerza de voluntad podemos vencer cualquier tentación que
se nos presente; y a veces funciona. El problema está en que la fuerza de
voluntad es tu mejor aliada cuando las cosas van bien, pero es la primera en
esfumarse si te quedas sin fuerzas. Cuando no quieras hacer algo, tu mente
carnal te alegará mil y una razones para convencerte de no hacerlo. Tus
emociones se sumarán y dirán: ‘Estamos de acuerdo, porque no nos apetece
hacerlo’. A tu mente, voluntad y emociones les encantaría dictar el rumbo de tu
vida, pero la Biblia dice que debes ser guiado por el Espíritu de Dios. “Andad
en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16).
Para vivir una vida de triunfo es necesario tener
disciplina y fuerza de voluntad, pero esta última no basta por sí sola. La
determinación quizá te ponga en marcha y te mantenga en movimiento un tiempo,
pero nunca logrará llevarte a cruzar la línea de meta. “No con ejército, ni con
la fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el Señor” (Zacarías 4:6). ¿Qué ocurre
cuando en lugar de recurrir primero a la fuerza de voluntad acudes a Dios? Que
Él derrama de Su poder en ella y la llena de energía para conducirte a la meta.
Así, el mérito de tu éxito no se lo lleva la fuerza de voluntad sino Dios. Por
eso dijo Jesús: “Separados de mí, nada podéis hacer.” (Juan 15:5). Esta es una
de las lecciones más importantes y difíciles de aprender si quieres disfrutar
de la vida que Jesús ganó para ti con Su muerte.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA
PARA HOY")