“… lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes.” 1 Corintios 15:36 (Leer: 1
Corintios 15:30-38)
A finales del siglo IV, los seguidores de Cristo ya no
entretenían a los ciudadanos romanos siendo comida para los leones. Sin
embargo, los juegos de la muerte continuaron hasta que un hombre saltó de entre
la multitud para intentar detener a dos gladiadores que estaban matándose.
Telémaco, un monje del desierto, había ido de vacaciones
a Roma, y le resultó intolerable ver lo sangriento de ese entretenimiento
popular. Según el historiador Teodoret, Telémaco clamó para que terminaran con
esa violencia, pero la multitud lo apedreó. El emperador Honorio se enteró de ese acto valiente y ordenó que se
pusiera fin a los juegos.
Algunos tal vez cuestionen a Telémaco: ¿no había otro
modo de protestar contra ese deporte tan sangriento? Pablo se preguntó algo
similar: «¿Y por qué nosotros peligramos a toda hora?» (1 Corintios 15:30). En
2 Corintios 11:22-33, enumeró algunas dificultades que enfrentó por amar a
Cristo, muchas de las cuales podrían haber terminado con su vida. ¿Valía la
pena todo eso?
Para Pablo, el asunto era claro: cambiar lo que pronto
terminará por un honor que durará para siempre es una buena inversión. En la
resurrección, lo vivido para Cristo y los demás es la semilla para una
eternidad que nunca lamentaremos.
Ahora es el momento de invertir en la eternidad.
(La Biblia en
un año: Job 3-4 – Hechos 7:44-60)
MART DE HAAN - (Devocional “NUESTRO PAN DIARIO")