"...el hombre no debe separar lo que Dios ha
unido." (Marcos 10:9 DHH)
No todas las relaciones
se pueden rescatar. Cuando el abuso físico, mental o emocional amenaza la
integridad de tus hijos, o la propia, quizás te veas obligado a abandonar. Y si
no lo haces podrías acabar viviendo una desgracia. Pero cuando exista la
posibilidad de solucionar la situación, lo que antes era una relación
problemática puede convertirse en una fuente de alegría y satisfacción para
todos. Aquí tienes algunas claves que te ayudarán a permanecer en el hogar y
que esa decisión merezca la pena:
Ve el pecado como Dios
lo ve, tanto el tuyo como el de tu cónyuge. Estás crispado y angustiado, lo
cual es comprensible, porque la otra parte es incorregible y egoísta. Tu cónyuge es el pecador recalcitrante y tú
el santo a quien han herido. Él o ella necesita una renovación y tú eres el
encargado de que la experimente.
Criticar, quejarse y
querer tener el control parecen muy poca cosa si se comparan con un marido (o
mujer) que insulta, bebe y se da a la pornografía. No obstante, desde el punto
de vista de Dios el pecado es pecado, ¡sea tuyo o de tu cónyuge!, y es dañino
en cualquier relación. Deja de "clasificar" el pecado e intenta
descubrir esa fuerza que transforma las relaciones y que consiste en afrontar
la situación como Jesús enseñó. "¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar
la paja de tu ojo, cuando tienes la viga en el tuyo? ¡Hipócrita, saca primero
la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de
tu hermano" (Mateo 7:4-5).
¡Te sorprenderás de ver
el modo en que Dios va a hacer que tu cónyuge reconozca y solucione
"su" problema cuando tú seas sincero y soluciones "el
tuyo"!
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA PARA
HOY")